viernes, enero 07, 2011

Lo que te hace feliz, es lo importante

 

     Al finalizar estos días de Navidad, en los que siempre hay opiniones encontradas sobre sentimientos; gente a la que no le gustan estas fechas, pues le trae malos recuerdos, gente a la que le parecen sólo fechas comerciales, gente que disfruta de días de descanso y gente para la que la Navidad es la renovación de la bondad del ser humano; todos tenemos razones para sentirnos bien y mal durante estas fechas.OLYMPUS DIGITAL CAMERA

     Quizá igual que en el resto del año, pero con más intensidad. Parece que la diferencia entre unos y otros, no está en las razones que tengamos, sino en el valor que le demos a esas razones. Lo que importen para nosotros esas situaciones o hechos, generalmente del pasado. Los humanos tendemos a creer que lo que vemos lo vemos así, poque es así. Olvidamos que nuestro cerebro lo interpreta todo, lo filtra todo, incluso lo recompone y añade trozos que le parece que faltan para que lo entendamos mejor. Mejor según nuestro pasado, claro.

    Y en esto nos perdemos los humanos, damos importancia o se la quitamos a los hechos que en sí, sólo son lo que son, situaciones pasajeras. Ahora pues, viene mi reflexión y mi pregunta intentando usar la más pura lógica aristotélica basada en ciertas premisas que yo veo:

  • Esta vida e muy corta
  • Sabemos, o deberíamos saber, que nuestro cerebro interpreta, por lo tanto es dudoso.
  • Tenemos dos opciones: ser felices o ser infelices en este poco tiempo que estamos aquí.
  • La importancia de las cosas, sólo depende de lo que cada uno pensemos de ellas y de como las valoremos.

     Ergo: si yo quiero ser feliz, sabiendo que lo que mi cerebro me hace ver, está en consonancia con lo que yo valoro, debo valorar más aquello que me hace feliz, que aquello que no me hace. Convertir en más importantes los detalles que hacen que me sienta mejor, que consiga mis metas, que haga feliz a los que me rodean y por lo tanto a mí también (ya que somos seres sociales) debería ser mi objetivo. Mucho mas que fijarme y dar importancia a aquellos acontecimientos, situaciones o actos de personas, que me hacen sentirme mal. Y así, aprender a relativizar y canalizar mis emociones negativas para que dejen en mi pasado la menor huella posible. Es lo que hacen los guijarros del arroyo cuando se pulen para amoldarse a la corriente, o lo que hacen los árboles al doblarse para dejar pasar el viento y seguir vivos más tiempo. Empecinarnos en lo contrario, sólo hará que nos rompamos, que nos arrastre la corriente o que nos tronchen los vientos de la vida, o, como poco, que nos llene de cicatrices que nos harán cada vez menos flexibles y adaptables.

       Y el ser humano, sigue en el mundo por su gran capacidad de adaptación y aprendizaje, no por mantenerse pétreo desde que nace hasta que se muere.

      Pensemos y cambiemos, es un paso más.