lunes, septiembre 01, 2008

Los ojos de un niño, o una niña.

Cuando uno se detiene a mirar los ojos de un niño, o una niña, abiertos como platos ante algo que llama su atención; cuando uno intenta sentir lo que esos ojos experimentan y expresan al mismo tiempo…

Es prácticamente indescriptible, al menos para mí, esta sensación. A la vez están asombrados por lo nuevo que descubren, a la vez felices por haber aprendido algo nuevo, agradecidos a la vida por lo que les ha dado, dichososo porque lo único que ven en lo descubierto es su parte más bella y gratificante. Y lo que más me entusiasma, es que al mismo tiempo, son capaces de sacar todo eso hacia afuera y transmitirlo a aquel que los mira.

Luego crecemos, y empezamos a ver la otra cara de la moneda. Vemos también la parte negativa del acontecimiento, de la situación. Ya no abrimos tanto los ojos. Incluso los entornamos para intentar percibir mejor lo que hay detrás de lo bello, para que este no nos deslumbre y no caigamos en la trampa que tiene que haber detrás. Bueno, esto puede ser un salvoconducto para los errores, nos va a evitar algunos sufrimientos; nos sirve para sobrevivir.

Lo único, es que algunas personas nos especializamos tanto en ver esta cara negativa, entornamos tanto los ojos, que se nos olvida abrirlos de vez en cuando. Aprendemos tanto a ser precavidos, que nos olvidamos de lo bello que puede llegar a ser cometer un error y aprender de el. La especialidad de nuestro cerebro es aprender, no evitar errores. Nuestro cerebro tiene tanta capacidad, para acumular muchas experiencias, no para evitar todos los tropezones que podemos encontrarnos en nuestro camino.

Poco a poco, a fuerza de entornar nuestros ojos para ver más fino, no nos damos cuenta de que nuestros ojos son redondos y grandes, que se muevan hacia todos lados, que son rápidos. Todo esto es para aumentar su capacidad de percibir, de ver, de observar y aprender. ¿no los estamos desperdiciando?. ¿no sería mejor abrirlos como un niño, ávidos de aprender, de sentir, de experimentar?

No se donde está el principio o el fin de esta vida, pero creo que voy descubriendo que en realidad estamos aquí para llenarla. De experiencias, de emociones, de errores de los que aprendo, de sentimientos, de colores. Te propongo que abramos los ojos como un niño, como una niña, grandes, redondos, vivos…


Dedicado a mis hijos Victor y Judith.

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