viernes, junio 20, 2008

Relajación olística




Una técnica de relajación que nos ayudará a sentirnos mejor con nosotros mismos.





RELAJACIÓN OLÍSTICA (Rafael MuDu)


Tipo de relajación en la que se busca, paralelamente a la disminución de la ansiedad, la integración de todo lo que nos rodea en nosotros mismos, para buscar con el tiempo un efecto más duradero y un cambio en la actitud a la hora de enfrentarse a los problemas de la vida diaria.

Preparamos el ambiente: luz tenue, silla cómoda o sillón, música a gusto (proponemos tubular bells I de Mike Oldfield). Ojos cerrados, piernas y brazos sin cruzar, para evitar hormigueos por constricción, y ropa cómoda (holgada). Advertimos que las indicaciones las seguiremos con la imaginación. No hay que controlar la respiración. Nos olvidamos del físico y nos concentramos en las palabras del coordinador.

El texto puede ser relatado por un coordinador de la relajación, grabado en aparato musical o autodirigido.

“Nos imaginamos que estamos sentados sobre una fresca y verde hierba, suave y agradable al tacto. La sentimos (segundos para experimentarlo).

Observamos el cielo que está sobre nosotros, azul, alto, claro. Sentimos una leve brisa fresca en la cara, en el pelo, muy agradable.

Poco a poco, vamos sintiendo como si nuestro espíritu saliera de nosotros y se colocara sobre nuestro cuerpo. Podemos verlo, ahí sentado, y podemos sentirlo. Podemos sentir el frescor de la hierba verde, la fresca brisa, el inmenso azul del cielo. Y nos sentimos a gusto, confortados.

Poco a poco vamos trayendo a uno de nuestros seres queridos, para sentarlo a nuestro lado, para que sienta la hierba húmeda bajo sus pies, y la brisa, y el cielo. Para que se siente con nosotros y esté confortablemente a gusto. A nuestra izquierda, a nuestra derecha, vamos colocando a todas las personas que son o han sido importantes en nuestra vida. A los que nos han hecho ser felices, y a los que nos han hecho sufrir algo. También los vamos sentando a nuestro alrededor. Los invitamos a que se recreen en el azul limpio del cielo, en la verde hierba; a que sientan la agradable brisa en sus pieles, refrescando y aliviando a todos los que allí estamos.

Ahora invitamos a nuestros problemas. Los de la vida diaria y aquellos que en ocasiones no nos dejan dormir. Y los sentamos también a nuestro lado. Uno a derecha, otro a izquierda, uno a uno. También los refrescamos con la brisa, y los ponemos mirando al inmenso azul del cielo, y al refrescante aroma de la verde hierba.

Desde arriba, desde nuestro espíritu, los contemplamos en armonía junto a nosotros, sentados, disfrutando de la hierba, el cielo y la fresca brisa.

Uno a uno, a derecha y a izquierda, los vamos metiendo dentro de nuestro cuerpo, dentro de nosotros mismos. Los sentimos renovados por el azul del cielo, refrescados por la hierba y la brisa. Uno a uno van formando parte de nosotros mismos. Los aceptamos. Nos renuevan y refrescan.

Una vez todos dentro, volvemos a bajar y poner nuestro espíritu dentro de nosotros mismos. Al entrar, nos sentimos renovados, sentimos, junto con todos, esa fresca brisa, ese azul intenso, esa hierba verde y suave. Disfrutamos de estos sentimientos, de esta paz (unos segundos).

Poco a poco, tranquilamente, nos ponemos de pie, y comenzamos a caminar. Despacio, pausadamente, disfrutando de las sensaciones. En nuestros pies la verde y suave hierba, en nuestros ojos el azul del cielo, en nuestra piel la fresca brisa. Nos sentimos bien, a gusto con lo que somos, orgullosos de lo que hemos vivido, agradecidos por lo que hemos sentido. Y seguimos caminando unos pasos más, a gusto, seguros, con los pulmones renovados por esa brisa que nos invade y nos hace descubrir que todo está en nosotros, que todo forma parte de nosotros y que nos sentimos muy bien en nosotros…

La verde y suave hierba…

El inmenso y gratificante azul del cielo…

La fresca y renovadora brisa…”

(Esperamos unos segundos o minutos y proponemos ir abriendo los ojos, moviendo las extremidades, volviendo a estar activos.)

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